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02.06.2015 15:27

El relato que expongo está dedicado a unas serier inconexas de actos que se produjeron por mí, vividos en aquellos maravillosos años.

En la época de la narración allá por los años 1964 Todo tenía un color diferente o lo veíamos desde ángulos y una realidad o quizás la ingenualidad de esos años, si se quiere, porque no, ignorancia casi de todo, no por la falta de capacidad de aprender, todo lo contrario, se percibía ansiedad de saber aquello que nuestras mentes detectaban y por los motivos políticos y sociales, ajenos a nosotros se paralizaban en preguntas sin contestar en formas no definidas, algunas veces en abruptos  en forma de contestación, cuando seas padre comerás……..(guevos) todo llegaba tarde y mal.

Vivimos esa época y nadie ose a quitárnosla, no teníamos escapatoria, dejamos los cromos y los tebeos para dedicarlos a escudriñar en asuntos desconocidos y a su vez la idea de rebuscar la hacía más fuerte la convicción de seguir adelante y te hacía mas fuerte y nacían nuevos proyectos de ir en busca y captura de aquello que vibra y nace dentro que sin saber lo que es, juegas a rojo todo, pero con recelo a la pregunta y se mofan o lo publican, todo se hacía mas farragoso, ¡¡No!! Por ese aro no pasamos, había que salir solos de aquel atolladero.

¿Cuál o qué elección era la buena, la familia, los amigos, a tus hermanas mayores sería poner al cordero a la merced del lobo, no se podía hacer nada estábamos perdidos, todos con el mismo problema y ocurrió espontáneo sin darnos cuenta.

El verano de la época todos desnudos en la piscina por llamarla de alguna madera, sin pudor ninguno, las chicas se bañaban desnudas  a otras horas normalmente y sin chicos, pero la edad es la edad y nos cambiaba el cuerpo  todos los días, nos acercábamos a la tapia de la piscina, para verlas en sus juegos y ellas nos percibían de que las observamos y se hacían las ingenuas.

Pero la noche andaluza, la silla de enea en la puerta y las madres hablando de sus cosas y los chicos con las chicas hablando con lo que era el denominador común, largas noches estivales sombras de entendimiento y áureas de colores y calidez, risas reciprocas a la luz tenue de las pocas farolas ¿qué grande era mi calle, me lo enseñó todo? Y nos guió a todos a seguir una pautas de comportamiento que siguen de actualidad, paseo por ella y la veo recogida de pisos nuevos sin niños jugando risas de vacío después de clase, ¿que pequeña es mi calle ahora?

Pero sigue siendo mi calle, donde encontré el amor y eso va con nosotros, donde estemos.

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